Por Monseñor Joaquín Peñalosa.
No es ninguna novedad. Las  mujeres son mucho mas asiduas a las practicas religiosas y asisten con  mayor fidelidad a los actos y servicios de culto que los varones. Los  sociólogos suelen llamar a este hecho, que viene de tiempo atrás,  dimorfismo sexual religioso.
Las manifestaciones de este  desdoblamiento de actitudes y conductas son numerosa. Por ejemplo, las  mujeres practican mas que los hombres en cualquier grupo de edad, sean  niñas, jóvenes o adultas. La minoría masculina que practica, suele  mostrarse mas pasiva que la mayoría femenina; en el templo, el varón   tiene mas aires de espectador que de participante. Suele formar un  publico de discreto retraimiento que con dificultad se suma a la  plegaria o al canto comunitario.
En las regiones  que se  distinguen por una intensa practica religiosa, la diferencia entre  hombre y mujer se atenua, según se ensancha en los lugares indiferentes.  De tal suerte en una región que priva la indiferencia religiosa, las  mujeres representan el ultimo signo de vitalidad religiosa.
El  proceso de descristianización o de arreligiosidad va vinculado al  proceso de desvirilizacion del concepto y practica de la religión.
Mal síntoma cuando solo las mujeres, y peor si exclusivamente las  ancianas son las únicas participantes de la vida religiosa.
Detrás de cada hecho se esconde una idea. Las corrientes de pensamiento q  llegan a la mas dosificadas y tal vez empobrecidas, pero siempre  llegan. En el ambiente se respira una filosofía practica que entroniza a  cuanto se resuelve en utilidad inmediata, una filosofía hedonista que  entiende la vida como el largo disfrute del placer, una filosofía  materialista que prescinde obviamente del espíritu y de la  transcendencia del hombre..
Aunque algunos estudiosos lo ponen  en dudad la mujer suele ser mas religiosa, mas piadosa que el hombre por  su emotividad, por su tendencia afectiva, por su generosidad, por la  necesidad de confiarse. Pero seria muy aventurado afirmar que la mujer  por naturaleza es religiosa tanto como el hombre es arreligioso.
Hay una falsa apreciación de orden moral que corre como lugar común  entre un considerable numero de varones; piensan que la religión es  asunto de mujeres.Y ellos involucra una doble deformación; por una parte  se deforma por exceso el concepto de hombría y por otra, se deforma por  defecto el concepto de religión. Al mismo tiempo se sobrestima la  virilidad conforme se subestima la religión.
De cualquier manera  , el dimorfismo sexual religioso denuncia la ruptura de la solidaridad  familiar. Si en el seno del hogar, practica la madre pero inhibe el  padre, los hijos se veran sacudidos por dos presiones, dudosos , ante  dos comportamientos diversos y tirados hacia la facilidad del ejemplo  paterno. Cuando se rompe la solidaridad familiar, la observancia de los  preceptos y de las practicas religiosas ha perdido su primer y mas  efectivo apoyo.
"Mini charlas para catolicos de peso completo"  Ed. Paulinas.