jueves, marzo 11, 2010

El Padre Trampitas

Las Islas Marías. Sí. A algunos nos suena a cárcel, a criminales de siete homicidios para arriba, a gente altamente peligrosa, a seres desalmados purgando su condena, perpetua las más de las veces... Una cárcel “natural”, sin paredes, donde la inmensidad del Océano Pacífico le trunca a cualquiera las ganas de escaparse.

Durante más de treinta años vivió aquí un preso. Un preso más. Que comía como cualquier otro preso. Sujeto a las leyes de la prisión. Privado de su libertad. Encerrado. Ninguna diferencia. Bueno, una. Este preso... era voluntario.

Sí. Lo que oyes. Un preso voluntario. Quiere decir que a él nunca le capturó un comando especializado de la Policía después de incontables meses de búsqueda. Quiere decir que no llegó amarrado ni custodiado por seis fornidos guardias de seguridad. Quiere decir que ningún juez le condenó a cadena perpetua en las Islas Marías. Quiere decir que ni mató ni robó ni nada que se le parezca. Preso voluntario.

Su nombre: Juan Manuel Martínez. Su apodo: el Padre Trampitas. Sí. Un sacerdote católico.

Tan preso que cuando el Papa Juan Pablo II visitaba por primera vez México en 1979, el P. Trampitas solicitó al Jefe de la cárcel un permiso especial para ir a alguna de las ciudades por donde el Papa iba a pasar. El permiso se atoró a medio camino y nunca llegó. Y se quedó sin ver al Papa. Él, que era sacerdote. Sacerdote hecho preso voluntariamente. Con todas sus consecuencias.

Numerosos hombres de siete homicidios para arriba, mujeres purgando una larga condena por sus crímenes... pudieron encontrar a Dios y morir en paz gracias al testimonio y labor del P. Trampitas.

Un sacerdote preso voluntario cuyas cenizas están ahí, presas entre los presos de hoy y de mañana.

“Venid benditos de mi Padre, porque estuve en la cárcel y vinisteis a visitarme.”


Por Arturo Guerra en Catholic.net

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