sábado, junio 27, 2009

Del Libro "El problema de la existencia de Dios" para Eduardo.

Capitulo 3

“¡Magnifico!” podría exclamar alguien, después de leer el dialogo que encabeza este librito. “ Su concepción de Dios resulta aceptable, si es que existe algún dios; pero la pregunta subsiste: ¿existe?

Lo que nosotros necesitamos es algo solido y objetivo, A usted le gustan las grandes montañas, la poesía sublime, la música, etc... También a mi me gustan. Pero todo esto, para mucha gente no significa nada. En la naturaleza muchos solo ven el sitio apropiado para cazar codornices o jugar al golf, y los que les gusta es la música pop y el motor de su coche.
Los hay que se divierten con la investigación científica, el microscopio, el telescopio y las matemáticas sublimes. Si existe Dios, es evidente que todos necesitan saber algo acerca de El. Se necesita una prueba que llamaremos científica, algo que todo el mundo tenga que aceptar, como se acepta que la tierra es redonda y no plana. ¿Podemos demostrar que existe un ser como Dios?”

La respuesta es inmediata es afirmativa: podemos demostrar que tal ser debe existir, y la instante, en pocas palabras, trataremos de indicar el porque. Ante todo, permitasenos decir que se trata de una pregunta legitima que , de hecho, refleja el debate interminable que ha ocupado la inteligencia del “homo sapiens”, casi desde su aparición en la tierra. La existencia de Dios resulta obvia, desde el momento en que nos enfrentamos con el problema, realmente autentico, que cada generación siente la necesidad de replantear. Y no es que exista nada nuevo que decir, sobre todo después de tantos miles de años, pero es un hecho que la inteligencia humana es tal que se complace en la sensación de que puede descubrir la solución por si misma, siempre que resulte imposible descubrirla.

Creer en Jesucristo es un don, una aventura, una decisión, la respuesta a un mensaje en medio de la obscuridad. Creer en dios es sencillamente de sentido común, una conclusión ordinaria de la recta razón.
En este interminable y renovado debate sobre la existencia de Dios, existen principalmente dos vías de acceso. A una se llega mediante la contemplación del universo como un solo existente, mientras nos preguntamos como puede existir. Es el camino que siguieron las edades pretéritas, a menudo con poca profundidad, pero indudablemente valido. Otra vía supone la introspección; contemplamos nuestra propia naturaleza humana. Las dos corresponden de alguna manera a las ciencias física y psicológica, respectivamente. En el presente capitulo vamos a tratar del primer camino de acceso.

Cuando Kruschev era dictador de Rusia, visito en una ocasión a los Estados Unidos, y simpatizo con todo el mundo. Un periodista francés alli presente pregunto: “¿Que piensa acerca de la religión, existe algún poder superior?”
“¿Lo cree usted así?” Repuso Kruschev, y el periodista contesto afirmativamente. “ pues yo pienso que Dios no existe -dijo Kruschev-. Me libre de este concepto hace ya mucho tiempo. Parto del punto de vista científico; la fe en las fuerzas sobrenaturales no es compatible con la ciencia”.
Evidentemente , Kruschev estaba proclamando cruda pero efectivamente la opinión sostenida por miles de ciudadanos en Londres, Birmingham o Liverpool, el dogma que nuestros muchachos oyen cuando abandonan la escuela y empiezan a trabajar, sino antes. La ciencia refuta a Dios. Y si escuchan los coloquios sobre religión de la radio o la televisión, sacan la misma conclusión, puesto que en tales ocasiones, los disputantes parecen escogidos adrede para mostrar que los “duros” militan siempre ene le bando de la ciencia incrédula, mientras que los defensores de la religión constituyen un melancólico grupo de sentimentales que no tiene otros argumentos que su propia experiencia intima, su delicada sensibilidad. Esto es erróneo. La ciencia por si misma conduce a Dios.

Hacia Dios, no a Dios. La ciencia física esta totalmente interesada en el como del universo. Como son las cosas, como están estructuradas, como se comportan. La astronomía por ejemplo, descubre galaxias mas y mas distantes y trata de saber si el universo dio comienzo repentinamente o bien si se mantiene por una especie de movimiento incesantemente renovado. Pero los hombres de ciencia, por mucho que lleguen a averiguar, no alcanzan mas allá del como de las cosas. Y tan pronto empiezan a preguntarse el porque- porque existe el universo, porque ha de existir nada- dejan al instante de ser científicos, y pasan a convertirse en filósofos.

¿Acaso esto es un crimen? De ninguna manera. Es una opción muy apropiada para el hombre. Cuando profesores ilustres afirman solemnemente que podemos interrogar sobre todas y cada una de las cosas del universo, como los científicos suelen hacer actualmente, pero que no cabe formular preguntas sobre la totalidad de este mismo universo, ante tamaño aserto solo es posible responder que lo que estos señores afirman es manifiestamente absurdo.
Seamos filósofos, por unos minutos, e interroguemonos una sola vez sobre estas cuestiones capitales, que de siempre están planteadas y esperan una respuesta. Si ni siquiera nos preocupáramos de formular preguntas, existe el peligro de que nos atosiguen el subconsciente y malogren nuestro pleno goce de la vida. Esta es una manera de abordar el problema.

Efectivamente, debemos estar persuadidos que tales cuestiones tiene una solución, que sabemos mas o menos en que consiste y que incluso somos capaces de olvidarnos de ella y seguir viviendo.
¿Porque una cosa cualquiera ha de existir? ¿ Como explicarnos la existencia del universo en un todo o en una parte? Teilhard de Chardin ya de niño sintió una mística atracción por la materia considerada como tal: cogía un metal o una piedra y se extasiaba ante aquella realidad ¿Como ha podido llegar aqui, tan solido? Por otra parte, un cuerpo no tiene necesidad de ser una materia solida para estar realmente ahí. Tu y yo también estamos realmente aquí, y no solo nuestro cuerpo, sino también nuestro entendimiento: Ahí estas, pensando y recordando, existes. Y, no obstante, tienes plena conciencia de que no siempre has existido; no era necesaria tu existencia, ni la del bloque de piedra, ni la de esas galaxias, tanto si su luz alcanzo ya la tierra como sino. Lo mas sorprendente en el universo es que de todos modos esta ahí, cuando es obvio que no era necesario que existiera y, probablemente por su propio acuerdo no podía llegar a existir. Por tanto se impone necesariamente la existencia de un ser “original”, algo o alguien que existió siempre, un ser existente en si mismo, por su propio acuerdo. Algo necesario y eterno capaz de producir este universo en modo alguno necesario.

Este es,muy comprimido, el principal argumento, si es que queréis llamarlo argumento, de la existencia de Dios. Es el llamado argumento de la “contingencia” porque las cosas que existen y podrían no haber existido se denominan “contingentes” y se distinguen de las”necesarias”. Con todo, no se trata tanto de un argumento, como de un simple hecho que resulta evidente, es la única hipótesis razonable ante todos los demás hechos. Si un Dios eterno y necesario, el universo no tiene sentido.

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