sábado, junio 27, 2009

Continuacion del capitulo 3.

Al propio tiempo cabe imaginarse quien objete: “Una piedra o un ser humano pueden no haber existido, no son necesarios; de hecho, sabemos que son el resultado de un proceso evolutivo. En este sentido, son seres innecesarios. Pero la materia prima de donde han evolucionado, el torbellino, la nube sin rumbo o la bomba de hidrógeno, que desencadenaron el proceso de todas estas cosas, deben de haber sido necesarias y eternas. Si puede haber existido un ser necesario, ¿porque este algo no puede ser la materia original? ¿ y porque esta materia no podría ser eterna?

Vamos a contestar ordenamente. Es del todo concebible que la materia original hubiera estado existiendo desde siempre, creada de la nada, desde la eternidad, por Dios eterno. Pero no es concebible que existiera desde la eternidad sin Dios. En la mera materia, no hay nada que pueda hacerla emerger de la nada o que determine su evolución hacia el universo que conocemos.

“ Pero debe de haber existido algo”, me diréis, “algo en potencia, desde el comienzo, puesto que fue evolucionando, hasta constituirse nuestro universo y llego a producir ha Shakespeare y todo lo demás”

La respuesta mas apropiada es que esta algo en potencia seria mas bien el entendimiento y no la materia. Si habláis de un entendimiento latente, de una inteligencia oculta en el hidrógeno primigenio, de una fuerza vital inconsciente que aguardaba su turno, con un propio destino, introducís de nuevo por un escotillón al Creador. La inteligencia en si misma no es Dios, nosotros poseemos una inteligencia y sabemos sus limitaciones. Las inteligencias son parte del universo y han de ser explicadas con todo lo demás. Debe existir una inteligencia eterna que sea necesaria y exista por si misma.

Muchos dicen: quizá exista un Dios. Pero si empleamos la palabra “quizá” es evidente que no entendemos el significado del vocablo “Dios”. En efecto, Dios, significa lo que existe por si mismo, lo que existiendo por si mismo da una especie de existencia a las cosas, que, de otro modo, no existirian.

Si quereis usar expresiones literarias, podéis hablar de lo absoluto, de la base de todos los seres, de la causa primera, y otros muchos nombres. Pero si no queréis alejaros del lenguaje humano, llamadle Dios y os daréis cuenta de que este ser -El- se halla detrás de un velo impenetrable, y no cabe saber nada mas de El, a no ser que nos llegue una palabra del mas allá.

Tal es el “argumento” o, hablando con mas propiedad, el salto intuitivo de la razón, mediante el cual, los hombres, ya sean sabios o necios, han reconocido como San Pablo (Rom 1,20) la existencia de un Creador invisible, a través de las cosas visibles por El creadas. Muy simple, ciertamente, pero del todo irrefutable. Ahí esta el mundo que no pudo surgir de la nada, sino que era necesario que alguien lo creara.

Hay por cierto, una variante menor en esta linea de argumentación, que en el pasado alcanzo cierta popularidad: es el llamado designio de Dios. Se detiene en los detalles de la creación y descubre lo que aparece como un maravilloso plan ordenado a un mismo propósito, al igual que una inmensa maquina en funcionamiento. Este argumento reconoce a Dios como planificado supremo, cual grandioso arquitecto del universo. Esta tesis en nuestros días es menos convincente a mediada que penetramos en las leyes evolutivas de la naturaleza ( el ojo humano por ejemplo) y descubrimos que lo que aparece en ella es mas bien el resultado de una selección natural a lo largo de dilatados periodos de tiempo.

Aun así, agrada mucho a las mentalidades con cierto talento organizador que conciben a Dios como un gran ingeniero, mas que supremo arquitecto. Aun aceptando la evolución no cabe duda de que, tras ella, existe también un plan, y si existe un plan debe haber una inteligencia que lo haya concebido. Sin embargo, ¡prueba acaso este argumento la existencia de Dios, del ser necesario que crea? ¿No apunta mas bien a una inteligencia arcangelical, al demiurgo de los antiguos, que podría medirse con la empresa gigantesca de planificar el universo? Quizá si, pero de todos modo topamos con el argumento de contingencia. ¿ de donde procedería este demiurgo? La razón misma nos empuja hacia un ser supremo, que existe por si mismo, si en verdad podemos llamarle ser, puesto que un ser necesario diferirá totalmente de un ser contingente.


Extraido de " El problema de la existencia de Dios" F. H. Drinkwater Edit. Herder 1970.

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