La señora Rosalba tuvo siete hijos.
Los cuido y los quiso a todos, con mimos especiales para cada uno de ellos. Fueron creciendo y llegaron a la edad de las decisiones personales.
El mayor de ellos se quedo en la familia, pero como un atenido y sin preocupaciones de los problemas familiares. Procuraba que los demás le sirvieran y vivía en el hogar, pero sin hacer hogar.
El segundo aun se desentendió más profundamente de la familia, de sus valores y enseñanzas. Era una especie de turista de su hogar, regresaba una o dos veces al año, daba un beso de escaso amor a su madre y de nuevo se ausentaba por largo tiempo sin escribir y sin interesarse por los suyos.
El tercero de los hijos, con el pretexto de que en la casa había problemas, que, a veces, faltaba unidad y calor y que los otros tenían defectos, decidió renunciar al hogar de su infancia y abandono a la madre renunciando a ella para siempre.
El cuarto de los hijos se quedo en la familia, se intereso por conocer la historia de sus antepasados y decidió ser miembro de la familia tomando los problemas como propios y buscando las soluciones oportunas.
El quinto de los hijos no solo hizo como su hermano anterior, sino que, además, busco a sus hermanos extraviados de la familia e intento con toda su fuerza hablarles de cuanto les extrañaba la madre y de regresarlos con nuevas actitudes al hogar.
El sexto de los hijos se quedo en casa y aparentaba cariño e interés, pero solo vivía para sus conveniencias; parecía que tenía vida familiar, pero era solo un desvalijador de los bienes comunes.
El séptimo de los hijos, viendo todo lo anterior, se marcho de casa por un tiempo. Pero luego regreso al hogar común con más amor y entusiasmo del que nunca había tenido antes.
Y así es la Iglesia, como la señora Rosalba, madre de siete hijos.
El primero representa a los "católicos atenidos". Están en la Iglesia, son hijos y miembros de ella. Pueden ir a oír misa" pero no construyen hogar. No se preocupan de conocer la historia y los valores de la familia, aunque mantienen un cierto y vago sentido de pertenencia.
El segundo de los hijos representa a los "católicos turistas". Están mas fuera que dentro, pero, de vez en cuando regresan al hogar, hacen una manda, van a misa en Navidad, en Pascua o el día de los difuntos y de nuevo se ausentan. En su mente y en su corazón se mezclan la Fe y la moral mundana, los rezos de la infancia y las cartas de tarot, la medalla y los talismanes o amuletos de la buena suerte.
El tercero de los hijos,"escapado" para siempre del hogar, representa a los "ex-catolicos" que han renunciado a la familia y a la figura de la madre. Unos se escaparon por el ateísmo o agnosticismo, otros por el variado camino de las sectas, otros por la fría indiferencia, otro más, debido al resentimiento enraizado en malas experiencias y en antiguas frustraciones o escándalos.
El cuarto de los hijos, que se quedo en casa con decisión de participar en la solución de los problemas, representa a los católicos conscientes y comprometidos con su fe y con la fe de la comunidad, pero encerrado en si y en su parroquia, sin pasión por los pobres y sin suficiente entusiasmos como para salir por "las ovejas perdidas de Israel".
El quinto de los hijos, en cambio, representa a los católicos preocupados de formarse y conocer la Fe y vivirla en la comunidad, pero también de compartir el evangelio con los de fuera; preocupado de los problemas del mundo, de la causa de los pobres que es la de Jesucristo y de luchar, con los hechos, porque este mundo sea un lugar mas acogedor y mejor repartido.
El sexto de los hijos, hogareño de apariencia, representa a los "católicos" que se quedan en la casa por hipocresía, ventajas o miedo. Es capaz de dividir, de robar unidad o alegría a la comunidad, si con ello obtiene algún puesto o ventaja. Esta más atento a sus conveniencias, a su imagen y vanidades que a Jesucristo y sus valores. Como esos árboles de plástico que parecen árboles, pero no lo son, estos católicos imitan los frutos, pero tienen el alma vacía y la fe reseca y estéril, como un comercio.
El séptimo hijo (los últimos serán los primeros) que, ante los defectos de su hogar, se marcho de el por un tiempo, pero regreso arrepentido, representa a los católicos alejados por años de la Iglesia, pero que, un día, repiensan las cosas, aceptan la gracia de Dios que los llama y regresan convertidos y llenos de entusiasmo al hogar común. Y participan y trabajan y sudan y evangelizan y rezan y se ocupan con gran comprensión de los demás.
Tendremos que hablar edemas, de otros que no nacieron hijos de la madre común, pero que vinieron de muy diferentes ámbitos y circunstancias y encontraron que la Iglesia era madre de ellos igual o mas de que los otros.
Estos hijos suele amar más a la madre y trabajan con grandes ánimos por su rejuvenecimiento y por su mayor conversión a Jesucristo.
Quienes de estos hijos, serán especialmente tentados por el supermercado de las sectas?Quienes están en verdadero riesgo?
Los católicos atenidos -primer hijo- los católicos turistas -segundo hijo-; los católicos escapados -tercer hijo-; y los católicos de plástico -sexto hijo-.
En cambio, las sectas no podrán hacer nada con los católicos comunitarios -cuarto hijo-; tampoco con los católicos comprometidos y abiertos - quinto hijo- ni con los católicos regresados y convertidos - séptimo hijo-.
Y menos aun con los venidos de fuera al hogar común - los no hijos que se hicieron muy queridos hijos-.
Extraído del folleto: El supermercado de las sectas, Honorio López Alfonso, Folletos católicos siglo XXI, Ediciones misión siglo XXI.
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