domingo, marzo 19, 2006

Todos tenemos un ocaso donde la obscuridad nos cubre.

Un lugar que se llena de soledad, donde el dolor se hace presente.

La herida que tenemos supura,
no sana.

Pero si volteamos a Aquel que por su heridas somos sanados,
empezaremos a sentir como hace suya nuestra llaga.

Nuestro dolor no le es indiferente y abriendo sus brazos,
nos llama a ser curados por su amor.

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